LA UNIDAD DE LA LENGUA

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LA UNIDAD DE LA LENGUA by Mind Map: LA UNIDAD DE LA LENGUA

1. En todo este ejercicio de reflexión sobre el futuro de la lengua, una pieza clave es la comunicación entre los hablantes. Ciertamente el llamado tiempo histórico parece ser ahora, y más lo será en el futuro, mucho más vertiginoso que antes, pues en 50 años del siglo XX, sea por caso, puede modificarse la vida del hombre y la sociedad más que en cientos de años del primer milenio.

2. Evidentemente resulta imposible predecir con ciertos márgenes de seguridad o certeza lo que pueda suceder con la lengua española en general y americana en particular en el futuro. Es empero conveniente reflexionar sobre el futuro de la lengua si para ello nos apoyamos tanto en la historia misma de los pueblos y de sus idiomas cuanto en las direcciones que en el presente se vislumbran para lo venidero. Ciertas designaciones del español contemporáneo pueden hacernos pensar que la lengua va a la zaga de las innovaciones, descubrimientos e inventos. Vocablos como pluma, carretera, carro nos llevarían a juzgar que las cosas cambian y las palabras permanecen, lo que llevó a Ortega y Gasset a decir que “nuestras lenguas son instrumentos anacrónicos”, que “al hablar somos humildes rehenes del pasado”.

3. Hay sin embargo un tipo de voces, una clase de vocabulario que está produciendo cotidianamente serias diversificaciones en muchos países: el léxico de nueva creación y los extranjerismos. Estamos en una era de inventos y por ello la sedimentación del léxico reciente debe ser considerada como un asunto importante. Muchos vocablos son enteramente técnicos.

4. Hace ver Carrillo Herrera que resulta normal hablar de un romanticismo francés y de un renacimiento italiano y parece asimismo natural referirse a un realismo o un romanticismo hispanoamericano, sin que se dé la imperiosa necesidad de distinguir por naciones o regiones el desarrollo de esos movimientos artísticos. Esto permite comprobar esa unidad espiritual y cultural en todo el territorio. Nada permite suponer que esa unidad espiritual y lingüística tienda a decrecer; más bien hay razones para creer que va en crecimiento y se fortalece cada vez más.

5. Es necesario destacar que en la concepción de Dámaso Alonso sobre las medidas que preserven la unidad lingüística ocupa importante sitio el respeto absoluto a las variedades nacionales “tal como las usan los hablantes cultos” (261), que evidentemente no dificultan de manera grave la comunicación idiomática. Son el vulgarismo y el dialectalismo los verdaderos enemigos, y de la enseñanza sistemática en las escuelas y las universidades depende el porvenir del español en el mundo, pues es en esos ámbitos donde se difunde la cultura. Preocupan en este sentido al ilustre filólogo las diferencias de tipo fonético y las sintácticas que, de “modo insidioso, lento, imperceptible”, provocan la evolución de la lengua, lo cual sólo podría ser contrarrestado con una acción igualmente lenta y persistente que es la difusión de la cultura.

6. EL FUTURO DEL ESPAÑOL

6.1. Las más importantes causas de los cambios lingüísticos: el juego de sus fuerzas internas, siempre en inestable equilibrio; el contacto de una lengua con otra; la necesidad de expresar la impresionante revolución científica y técnica. Hay también otras razones. Se pregunta Rosenblat si, por ejemplo, la irrupción ininterrumpida de campesinos que se instalan en las afueras de las grandes ciudades no producirá una especie de ruralización de las hablas urbanas, aunque debe reconocerse que, como contrapeso, se da también una importante urbanización de la vida del campo.

7. Las tesis que defienden la futura unidad del español tienen, a juicio de Bartoš, algunos de los siguientes desaciertos: no comprenden o desfiguran la esencia misma de la fragmentación; aplican inadecuadamente criterios estéticos al problema de la unidad o diversidad lingüística; no valoran con propiedad los factores extralingüísticos y su influencia en la evolución lingüística. “¿Por qué no admitir —se pregunta— que la diferenciación puede desarrollarse preponderantemente sobre la base del material lingüístico hispano o sobre las leyes inherentes al español?” Un ejemplo de ello podría ser la función diversificadora que adquieren vocablos que, habiendo desaparecido del léxico peninsular, siguen siendo aprovechados funcionalmente en el español de México o de la Argentina.

7.1. No deja de tener cierta razón Bartoš cuando afirma que la escuela en América poco o nada influye en la educación lingüística del pueblo, como sucede en Europa. Opina que los jóvenes americanos ven su modelo lingüístico más en la familia o en el ambiente extraescolar que en la escuela.

7.2. Concluye de todo ello Bartoš que los factores señalados influyen sin duda en la unificación lingüística de cada país.

7.3. El asunto de la influencia lingüística que puedan ejercer las ciudades capitales es ciertamente importante, a tal grado que muchos estudiosos de varios países de América y también de España han contribuido con numerosas investigaciones fonéticas, morfosintácticas y léxicas, a un interesante proyecto que pretende describir la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y la Península Ibérica.

8. La diversificación del vocabulario contemporáneo, a juicio de Dámaso Alonso, es generalmente consecuencia de la vía por medio de la cual el nuevo invento penetró (Francia, Inglaterra, los Estados Unidos). Esto quiere decir que, desgraciadamente, en nuestro ámbito idiomático casi no existen voces nuevas debidas a una creación hispánica, sino que simplemente nos limitamos a tomar vocablos que nos ofrecen otras lenguas, particularmente el inglés y el francés.

9. Ya había propuesto Dámaso Alonso, años antes de la lectura de la ponencia que vengo comentando, la creación de un organismo de carácter internacional con representantes de cada una de las naciones hispanohablantes, cuya función principal fuera evitar la diversificación del léxico moderno español, cosa posible si se considera que este tipo de términos casi nunca van acompañados por matices de afectividad y por ende puede pensarse que sean elegidos de común acuerdo, con la evidente condición de que la decisión sea tomada de manera inmediata en relación con la utilización de los objetos que designen

10. No hay lengua que se desnaturalice por el hecho de incorporar léxico ajeno. Hay que tener en cuenta empero que los barbarismos no tienen igual extensión a lo largo y ancho del mundo hispanohablante

11. La unidad esencial del español en el mundo, finalmente, tiene repercusiones también para la enseñanza de este idioma como segunda lengua. Así por ejemplo, CARTAGENA (1980), después de una detallada comparación entre los sistemas madrileño36 y mexicano,37 concluye señalando que, para fines pedagógicos, “es efectivamente posible reducir sus diferencias de inventario y distribución a un grado mínimo”, y “seleccionar para los efectos de la enseñanza sólo las variantes comunes a ambos sistemas

12. En todo caso, me parece que, aunque lo anotado por Coseriu es ciertamente defendible, hay necesidad de hacer varias precisiones. 1) No todos los vocablos privativos o predominantes de España y desconocidos o no predominantes en determinado país americano se usan por los hablantes cultos americanos. No están en el mismo rango de empleo hucha (alcancía), guisantes (chícharos), ático (penthouse), zumo (jugo), jersey (suéter), baca (parrilla), manillar (manubrio), sillín (asiento de bicicleta), etc., voces raras para la mayoría de los hispanohablantes americanos, aunque plenamente vigentes en España, que vocablos como mejillas (cachetes), comida (almuerzo), fiambres (carnes frías), melocotón (durazno), chaqueta (saco), cremallera (zíper), carpeta (fólder), escaparate (aparador, vitrina), descapotable (convertible), depósito de la gasolina (tanque), embrague (clutch), radios de la bicicleta (rayos), billete (boleto), talonario (chequera), patatas (papas)... no plenamente desconocidas al menos pasivamente por los hispanoamericanos.

13. 2) El hablante hispanoamericano culto, fuera de su ámbito, evitará ciertamente vocablos que conoce como no ejemplares en su propia norma nacional (zíper por cierre, en México, sea por caso), pero no siempre los que considera ahí ejemplares, aunque no lo sean en otros dialectos (banqueta por acera en México, por ejemplo).

14. 3) No pocos hablantes hispanoamericanos cultos, muchos escritores por ejemplo, prefieren emplear conscientemente vocablos de su dialecto, independientemente de que no se empleen en la norma madrileña ni en la mayoría de las variedades americanas del español. 4) Para el empleo de determinada voz (madrileña o americana), por parte de un hispanohablante culto, puede influir la nacionalidad del interlocutor (en lengua hablada) o del hipotético lector (en escrita): puede suceder que un mexicano culto diga acera (en España) cuando habla con un madrileño, pero tal vez siga diciendo banqueta si se dirige a un uruguayo, aunque tampoco en Uruguay se emplee ese mexicanismo.

15. En todo caso, es necesaria una muy amplia investigación de campo para comprobar si en efecto existe o no una tendencia, de parte de los hispanoamericanos cultos, para emplear, en casos en que no hay un panamericanismo léxico y hablando o escribiendo fuera de su ámbito, el correspondiente españolismo o madrileñismo.

16. 1) el desconocimiento, por parte de muchos de los hablantes cultos americanos, de voces exclusivas o casi de España; 2) un innegable ‘nacionalismo’ lingüístico americano que impide concebir como ‘de todos’ los vocablos privativos o casi de España.

17. Finalmente, me parece que, cuando un hispanoblante culto, fuera de su ámbito, decide emplear un vocablo que en su dialecto no es el ejemplar, lo hace por juzgarlo panhispánico o mejor conocido de todos (españoles y americanos) y no creo que para él la lengua ejemplar de España represente, como señala Coseriu, “una ejemplaridad panhispánica” por sí misma.

18. El mismo Carrillo Herrera se pregunta qué fue lo que motivó en Cuervo un cambio tan radical en su concepción sobre la unidad de la lengua española en América. Dos son para él las razones más importantes.

19. Algunos más han visto en la enorme demografía y rápido crecimiento de muchas ciudades americanas un factor que puede provocar rupturas y diferenciación idiomática. Así, ROSENBLAT (1962: 57) escribe: estamos presenciando, en toda Hispanoamérica, el ascenso vertiginoso de las capas inferiores de la población que irrumpen animadas legítimamente por apetencias nuevas. Y aún más, amplios sectores, tradicionalmente sedentarios, abandonan las tierras y se asientan en la periferia de las grandes ciudades. ¿No hay peligro inminente de ruptura de nuestras viejas normas, de relajamiento del ideal expresivo? El peligro es real...

20. Una, la renovada actitud de independencia en buena parte hostil de América hacia España y, otra, el hecho de que las jóvenes repúblicas del continente, en los albores del siglo XX, salían apenas de una serie de enfrentamientos y de guerras y, por ende, no podía calificarse ésta de situación tranquila. No hay razón para suponer que la literatura costumbrista pudiera ser causa para una escisión idiomática en América, temor manifestado por Cuervo y por Juan Ignacio Armas. Efectivamente, las formas populares o vulgares que tienen lugar en las obras costumbristas no afectan a la lengua estándar.

21. El análisis de las circunstancias que propiciaron la fragmentación del latín permite asegurar que son totalmente diversas de las que actualmente privan en el mundo hispánico y por ello puede deducirse que, sobre la base de esa oposición, puede esperarse que en el futuro se produzca, en América, lo contrario de lo que sucedió en la Romania, es decir que el español tienda más a la unidad que a la diversidad.

22. En primer lugar, las lenguas no son, como pensaban los positivistas y darwinistas, organismos regidos por fatales leyes naturales, que nacen, crecen, se desarrollan y mueren, sino un hecho social: “una lengua —escribe Menéndez Pidal— puede vivir indefinidamente, como la porción de humanidad que habla dicha lengua, y puede morir sustituida por otra, si le falta la entrañable adhesión de la sociedad que la habla”.

23. A juicio de Valera, para que ello sucediera sería preciso que sobrevinieran algo parecido a la invasión de los bárbaros. Las argumentaciones de Cuervo deberían ser rebatidas por un filólogo. Treinta años después, Menéndez Pidal, con convincentes razonamientos y abundantísima erudición, concede la razón a las intuiciones, poco técnicamente formuladas, de don Juan Valera

24. Hoy sin dificultad y con deleite leemos las obras de los escritores americanos sobre historia, literatura, filosofía; pero en llegando a lo familiar o local, necesitamos glosarios. Estamos, pues, en vísperas (que en la vida de los pueblos pueden ser bien largas) de quedar separados, como lo quedaron las hijas del Imperio romano: hora solemne y de honda melancolía en que se deshace una de las mayores glorias que ha visto el mundo

25. Ramón Menéndez Pidal,en un discurso sobre “La unidad del idioma”, que varios años. hace un inteligente resumen de la polémica que, a fines del siglo XIX y principios del XX, sostuvieron dos escritores, a su juicio “los más eminentes de su tiempo”, don Rufino José Cuervo y don Juan Valera, “sobre si en el paso del latín a lenguas romances sucedió o no algo que no sucediese en América”. Cuervo opinaba que tarde o temprano el español americano sufriría una irreversible fragmentación que conduciría al establecimiento de diversas lenguas “nacionales”, de manera análoga a lo que pasó en la Romania, cuando los latines provinciales se transformaron en diversas lenguas:

26. En segundo lugar, existe una abismal diferencia entre el proceso histórico de la generación de las lenguas románicas y el establecimiento del español americano.

27. UNIDAD Y VARIEDAD DEL ESPAÑOL EN AMÉRICA

28. Durante el siglo XVIII, señala GUITARTE (1991: 76): hablar con pureza, o sea hablar bien, implicaba mantener una forma única, frente a la cual todas las otras eran consideradas viciosas o, en el mejor de los casos, regionalismos [...]. La idea de pureza llevaba inevitablemente a considerar ‘pura’ la forma peninsular. Mientras perdurara esta concepción del lenguaje no se podía plantear adecuadamente la situación del español como lengua de muchas naciones.

29. CARRILLO (1964) hace ver que el proceso y las circunstancias históricas llevaron a la Romania de la unidad del imperio a la fragmentación propia de los feudos. Ello produjo una seria escisión lingüística. En Hispanoamérica sucede lo contrario. Actualmente, como herencia de la Colonia, se tiene una estructura agraria de carácter nacional, semifeudal, que se manifiesta en el subdesarrollo. La independencia en América no contrajo la tendencia a una mayor fragmentación espiritual. Las previsiones hacia el futuro permiten pensar en organizaciones plenamente nacionales y unitarias.