En el Cusco se encontraba un hombrecito de cuerpo miserable que iba a trabajar a la hacienda de su patrón a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia.
El patrón siempre lo recibía con burlas y el hombrecito se humillaba al no responder, él era un hombrecito pequeño pero con una fuerza común a cualquier hombre de la hacienda, hacía todo lo que le mandaban a hacer

y lo hacía bien, tenía un rostro de espanto, era huérfano de huérfanos que denotaba tristeza.

Un día el hombrecito se acerca a su patrón a contarle sobre un sueño yen el le cuenta así:

-Padre mío, señor mío, corazón mío. Anoche, soñé que morimos juntos.
+ ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo indio.

-Como éramos hombres muertos aparecimos desnudos ante nuestro gran padre San Francisco.

+¿Y entonces? ¿Qué pasó? Habla.

-Dijo, que venga el ángel más hermoso junto a un ángel más pequeño quien traía una copa de oro llena de miel de chancaca más transparente y ordenó: \"Cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro el cual enlució tu cuerpecito todo desde la cabeza hasta las uñas de los pies y te erguiste solo en el resplandor del cielo, la luz de tu cuerpo sobresalía como si estuviera hecho de oro, nuestro gran padre San Francisco volvió a ordenar que de todos los ángeles del cielo venga el de menor valer el más ordinario y que traiga en un tarro de gasolina excremento humano y él ordenó embadurne el cuerpo de este hombrecito con el excremento que has traído y cúbrelo lo más rápido que puedas.

+Así tenía que ser. ¿Y después?

-No padrecito mío, señor mío, nuestro gran padre San Francisco se nos quedó mirando y dijo: \"Todo cuanto los ángeles lleguen a hacer con ustedes ya está hecho, ahora lámense el uno al otro, despacio, por mucho tiempo\". El viejo ángel comenzó a rejuvenecer a esa misma hora, sus alas recuperaron su color y su gran fuerza, nuestro padre San Francisco le comandó vigilar que si voluntad se cumpliera.

EL SUEÑO DEL PONGO