
1. Desarrollo Prosocial: Crianza y Escuela”: Puntos
1.1. Un importante mérito del estudio de Mestre (2014) consiste en analizar variables del contexto familiar (estilos de crianza), personales (empatía, autocontrol) y del contexto escolar (victimización, apego al grupo de iguales y rendimiento escolar).
1.1.1. Los resultados del estudio de Mestre (2014), que contribuyen a la investigación sobre la conducta prosocial y las variables implicadas, sugieren que fomentar el apoyo/control por parte de ambos progenitores (especialmente de la madre), así como estimular la empatía e inhibir las conductas de acoso,
1.1.2. tendrá un efecto positivo en el desarrollo de la conducta prosocial, lo que redundará positivamente en la adaptación personal y social de los seres humanos. Por consiguiente, para fomentar un incremento de la conducta prosocial sería necesario promover intervenciones dirigidas a los padres (en la dirección de fomentar estilos educativos basados en el apoyo, el afecto, la comunicación y el control no autoritario de la conducta).
1.1.2.1. En la misma línea que señala la profesora Mestre se puede señalar que la familia y la escuela son los contextos principales donde los niños y niñas deben estar protegidos de comportamientos y actitudes violentas, y donde se les debe preparar para una vida independiente en sociedad con sus derechos, obligaciones y responsabilidades.
1.1.2.2. Ambos son contextos para educarlos en un espíritu de libertad, tolerancia, solidaridad, igualdad, paz…, y también educarlos en la importancia del esfuerzo para conseguir un objetivo, y en la tolerancia a la frustración cuando no se consigue lo que se desea.
1.1.2.2.1. En resumen, la educación emocional y la educación en valores deben llevarse a cabo por los padres y por la escuela principalmente. No obstante, como dicen sabiamente los masái, para educar a un niño hace falta la tribu entera, subrayando de este modo la importancia de la función educativa de la sociedad en su conjunto.
2. Factores Determinantes De La Conducta Prosocial
2.1. Partiendo de la relevante contribución del estudio de Mestre (2014) y de las pocas críticas que pueden plantearse al mismo (que además ella misma destaca en la sección de limitaciones del artículo-objetivo), en este artículo-comentario, con la finalidad de ampliar el debate sobre la prosocialidad, se ha realizado una revisión de los trabajos realizados sobre la conducta prosocial.
2.1.1. Por ello, teniendo en cuenta las conclusiones del estudio de Mestre (2014) sobre la influencia de la familia, la escuela y algunas variables personales.
2.2. Las conclusiones a las que conduce esta revisión, y que se desarrollan en este apartado, permiten afirmar que el repertorio de factores que parece influir en la conducta prosocial es amplio y complejo, factores biológicos, culturales, familiares, escolares, personales, entre otros.
2.2.1. en este apartado se procede a realizar una revisión de las investigaciones que evidencian que el desarrollo de la conducta prosocial es un asunto complejo que depende de multitud de factores interrelacionados (Garaigordobil, 2003a).
3. Determinación biológica de la conducta prosocial
3.1. Desde la perspectiva etológica y sociobiológica se considera que la conducta prosocial altruista está determinada biológicamente.
3.1.1. Desde este enfoque observan diversas conductas de autosacrificio en los padres en aras de la supervivencia de sus hijos, que son explicadas desde una hipótesis genética que considera que estas conductas se realizan para proteger a sujetos que comparten el genotipo, al servicio de asegurar la reproducción genética.
3.2. El altruismo es entendido como la reducción de la aptitud genética personal en vistas a la mejora de la aptitud genética personal de otros.
3.2.1. El estudio de las bases biológicas del comporta miento social ha puesto de relieve que las conductas altruistas no son exclusivas de los seres humanos, ya que algunas clases de insectos sociales como las hormigas o las abejas tienen algunos sujetos que defienden a otros.
3.2.1.1. poniendo en peligro su vida al servicio del resto del grupo, es decir, manifiestan conductas de carácter claramente altruista. 148 En esta perspectiva se encuentran los trabajos de Wilson (1980) quien desde la sociobiología desarrolla el concepto darwiniano de selección familiar.
3.2.1.2. por el que propone que los padres y parientes se sacrifican y tienen conductas altruistas con las crías con la finalidad de favorecer que otros miembros del grupo, con los que se están genéticamente relacionados, sobrevivan, entendiendo que la defensa del propio grupo es a la vez la defensa de sí mismo.
3.2.1.2.1. Estos hechos han promovido que algunos autores hayan sugerido la determinación biológica de la conducta altruista, aunque esta hipótesis resulta bastante controvertida, ya que también hay evidencias de progenitores que no muestran ni protección ni conductas sociales positivas hacia sus hijos, sino todo lo contrario: conductas violentas en ocasiones extremas (abuso sexual, maltrato, asesinato, etcétera).
4. Influencia de factores culturales en la conducta prosocial
4.1. En la actualidad existe evidencia de que las normas socioculturales, los valores y los estándares de una sociedad, que el sujeto internaliza en el proceso de socialización, mediatizan que en el seno de esa cultura sus miembros tengan o no conductas prosocia les respecto a sus congéneres.
4.1.1. Es un hecho comproba do que en ciertas culturas abundan las conductas prosociales y promueven en los niños la habilidad para interactuar cooperativa mente, mientras que otros grupos culturales son más individualis tas, egoístas y violentos.
4.1.1.1. Estos datos, entre otros, constatan que existe un condicionamiento social, y que cada cultura trasmite pautas de conducta específicas a sus miembros.
4.1.1.1.1. En la actualidad, se acepta que cada cultura promueve distintos valores sociomorales, jugando por ello un papel bastante determinante tanto en la frecuencia de la conducta prosocial de una colectividad, como en las justificaciones o razones que se ofrecen sobre por qué se debe o no ayudar a otro.
4.1.1.2. En la actualidad, se acepta que cada cultura promueve distintos valores sociomorales, jugando por ello un papel bastante determinante tanto en la frecuencia de la conducta prosocial de una colectividad, como en las justificaciones o razones que se ofrecen sobre por qué se debe o no ayudar a otro.
4.1.1.2.1. La investigación transcultural de Stevenson (1991) que analiza las culturas china y japonesa pone de relieve que las actitudes y conductas de los niños reflejan lo que es valorado por la sociedad en la que viven. El énfasis de las culturas asiáticas en la armonía del grupo se contrapone al individualismo de occidente.
5. factores del contexto familiar
5.1. Los padres, agentes relevantes de socialización, representan la cultura trasmitiendo de forma explícita o implícita los valores sociales a los niños y niñas.
5.1.1. Por ello, el contexto familiar tiene gran influencia en el desarrollo de la conducta prosocial. Esto se apoya en evidencias empíricas ya que diversos estudios han comprobado que los padres:
5.1.1.1. (1) que aportan seguridad de apego. (2) que insisten fuertemente para que sus hijos no hieran a otros. (3) que les hacen reparar el daño cuando han dañado y/o agredido a otros. (4) que son modelos altruistas en sus relaciones con otros. (5) que refuerzan con aprobación social los actos espontáneos de sus hijos a compartir, ayudar o cooperar. (6) que adoptan un estilo de disciplina inductivo desde el que se razonan las normas incrementan la probabilidad de conducta prosocial en los hijos (Garaigordobil, 2003a, 2008).
5.1.1.2. En relación al papel de la familia en la conducta prosocial, desde las teorías del apego, se ha sugerido que en la experiencia relacional del niño con sus padres, éste adquiere la confianza básica y la seguridad necesaria que le posibilitará la apertura a otros contactos sociales.
5.1.1.2.1. aprendiendo en este contexto relacional el uso de formas de comunicación íntimas, el uso de la expresión emocional, a demandar ayuda cuando se sienten necesitados y a ayudar para satisfacer las necesidades de los demás.
6. factores del contexto escolar
6.1. Tal y como se ha comentado en un trabajo previo (Garaigordobil, 2008), es obvio que el contexto escolar tiene efectos importantes en el desarrollo social del niño, pudiendo ser visto como un microcosmos de la gran sociedad en el cual los infantes desarrollan básicas comprensiones de sí mismos, del mundo social y de su lugar en él.
6.1.1. Algunos teóricos consideran el desarrollo moral como un proceso unilateral en el cual los adultos inicialmente dan forma a la conducta del niño para adaptarlo a las normas y valores sociales a través de la aplicación de recompensas y castigos (enfoques conductistas), más tarde este control externo es reemplazado por un control interno que determina lo que está bien y mal, cambio que es operado mediante procesos de identificación (psicoanálisis).
6.2. Cabe señalar como excepciones los trabajos que han estudiado los efectos de discutir dilemas morales en el razonamiento moral y los trabajos que estudian los efectos del juego y del aprendizaje cooperativo en actitudes y conductas sociales.
6.2.1. La escuela es un escenario particularmente importante para el estudio de los procesos de socialización, debido a que los niños se encuentran en este contexto con dos agentes de socialización: los adultos y los iguales.
6.2.1.1. En contraste con este enfoque tradicional, las teorías del desarrollo cognitivo subrayan el papel activo del niño en la construcción de la moralidad. En esta perspectiva, la motivación para comportarse moralmente deriva en última instancia de la comprensión social, y de la observación y comprensión de los mutuos beneficios de la cooperación social.
6.2.1.1.1. Si bien la interacción con el adulto desempeña un papel en el desarrollo moral del niño, es erróneo considerar que este desarrollo se opera como un proceso unilateral de instrucción didáctica en base a la administración de recompensas y castigos.
6.2.1.2. Este enfoque considera que lo que es importante es proveer a los niños de oportunidades de comprender las razones para las normas sociales y atender a las funciones y finalidades de las organizaciones sociales; en este proceso, la interacción entre iguales es considerada una fuente de gran influencia.
6.2.1.2.1. La escuela es un gran contexto de socialización y un escenario muy apropiado para que los individuos asimilen los valores sociales, propios y esperados del ámbito en que se desenvuelven.
7. La empatía, una variable personal relevante para la conducta prosocial
7.1. En la actualidad existe un amplio consenso en admitir que la empatía debe ser considerada como un factor personal relevante en la explicación del desarrollo sociomoral y de las interacciones sociales, habiéndose convertido en un constructo clave para explicar la conducta prosocial altruista y la conducta antisocial.
7.1.1. La empatía ha motivado numerosas investigaciones como variable crucial del comportamiento prosocial, y varios estudios con niños y adolescentes confirman una relación positiva de la empatía con la conducta prosocial.
7.1.2. Además, diversos estudios confirman que las intervenciones que potencian la empatía incrementan la conducta prosocial altruista (Etxeberria, Apodaka, Eceiza, Ortiz,Fuentes, & López, 1994; Garaigordobil, 2008),
7.1.2.1. y que los programas que promueven la empatía, el control de la ira y creencias normativas contra la agresión pueden ser muy útiles para reducir la agresión y aumentar la conducta prosocial (Belgrave, Nguyen, Johnson, & Hood, 2011).
8. Otros factores que influyen en la conducta prosocial: televisión, videojuegos, internet
8.1. En la actualidad se acepta que la televisión, el internet, los videojuegos, entre otros, son agentes socializadores secundarios de gran relevancia.
8.1.1. Los niños, niñas y adolescentes pasan gran cantidad de horas delante de la televisión, en internet o jugando con videojuegos y lo que observan, junto con sus refuerzos, se convierte en modelos de comportamiento que ejercen una influencia sobre ellos.
8.1.1.1. Por consiguiente, la televisión o los videojuegos pueden ser un agente socializador efectivo en la promulgación de conductas prosociales altruistas; y si el contenido hace referencia a comportamientos prosociales altruistas, es probable que la persona considere dicho contenido como algo apropiado y lo interiorice como suyo.
8.1.1.1.1. En este sentido, Anderson, Shibuya, Ihori, Swing, Bushman, Sakamoto, Rothstein, et al. (2010) realizaron un metanálisis para probar los efectos de los videojuegos violentos en el comportamiento agresivo, cognición agresiva, afecto agresivo, activación fisiológica, empatía y conducta prosocial.
8.1.1.1.2. La evidencia encontrada 154 en este estudio sugiere que la exposición a los videojuegos violentos es un factor de riesgo causal para el incremento del comportamiento agresivo, cognición agresiva, afecto agresivo y disminución de la empatía y la conducta prosocial.
8.1.1.1.3. No obstante, la influencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación requiere más investigación que aporte datos empíricos complementarios que profundicen en esta hipótesis.
8.2. Así, la televisión se vuelve un recurso de experiencias de aprendizaje observacional muy importante en lo que se refiere a emociones, valores, normas y modelos (Eisenberg & Mussen, 1989; Medrano, Ayerbe, & Orejudo, 2010).
8.2.1. De la misma manera que algunos estudios han comprobado que los programas de televisión con un contenido violento y agresivo ejercen una cierta influencia en el desarrollo de conductas violentas y agresivas, se intuye que programas con un contenido más prosocial altruista fomentarían este tipo de comportamientos (Eisenberg & Mussen, 1989).