Esquema Mariano Concilio Vaticano II
por Angie garcia castaño
1. 3. El culto a María.
1.1. a). El fundamento, la naturaleza y la finalidad del culto a María:Por lo que se refiere al fundamento teológico del culto mariano en la iglesia, [>Oración mariana] y cuyo desarrollo se definió ya con claridad a partir del concilio de Efeso (s. v), está constituido por el triple título que se le concede a la Virgen: de la divina maternidad, de la asociación a los misterios de Cristo y de la excelsa santidad de María. Son éstos los elementos que, vinculando a la Virgen en el plan salvífico de Dios con Cristo y con su iglesia, justifican y postulan un culto especial a su persona. Sin embargo, la misión de madre del Salvador y la forma tan elevada de santidad que alcanzó la esclava del Señor, plasmada por el Espíritu Santo, en el seguimiento de Cristo, constituyen la raíz más antigua y cualificada de la veneración que la iglesia manifiesta tener por María. Sobre la verdadera naturaleza de este culto, el concilio insiste en que de todas formas es esencialmente distinto del culto de adoración que se debe al Padre, al Verbo encarnado y al Espíritu Santo. A pesar de ser un aspecto del culto cristiano y de ocupar un lugar particular respecto al culto de los santos, el culto mariano es esencialmente distinto de la adoración que los hombres le deben a Dios. Efectivamente, María, más allá de los títulos de santidad y de gloria a la que Dios la ha elevado, sigue siendo una criatura que no puede confundirse de ninguna manera con el Creador y Señor. Por consiguiente, este culto conserva todo su valor de relatividad y ha de promover y guiar la religiosidad del pueblo cristiano hacia el Señor.
1.2. b)Sus características y formas diversas. Son cuatro las características en las que se expresa la devoción a María: el amor, la veneración, la invocación y la imitación. El amor es exigido por su maternidad y por la gran caridad de María hacia los hombres, así como por la amabilidad con la que ella hace partícipe a la iglesia de la misericordia de Dios; la veneración se le debe por su dignidad y su santidad, por su compromiso en el seguimiento de Cristo, por el servicio que prestó en la historia de la salvación durante toda su vida; la invocación se le tributa por aquella confianza que siente la iglesia católica en su actuación maternal solícita en favor de los hombres, tanto en el orden de la gracia como en el orden de las necesidades y de los peligros de cada día; la iglesia reconoce y experimenta en cada momento su maternidad espiritual y por eso la invoca como abogada, mediadora, auxiliadora y perpetuo socorro, sabiendo que cuenta con su ayuda en todas sus necesidades materiales y espirituales; la última característica, la imitación, es indicada por el concilio como la más importante y la más expresiva de una verdadera y auténtica devoción a María; es también la más eficaz, ya que al imitar a María el pueblo cristiano le expresa una devoción libre de todo sentimentalismo alienante y de toda vana credulidad.
1.3. Por lo que se refiere a las diversas formas que puede asumir la devoción mariana, el concilio recomienda y promueve fervorosamente, con una viva exhortación, la que se expresa en el mismo culto litúrgico de la iglesia. Efectivamente, en el culto litúrgico oficial, la devoción a María, conservando su relatividad respecto al culto divino, es seguramente auténtica y se ve preservada de toda desviación. Además, esta forma permanece constante y sigue siendo universal para toda la iglesia. Igualmente, el concilio recomienda a los fieles que presten la debida consideración a las prácticas devocionales y a los piadosos ejercicios marianos que ha aprobado el magisterio de la iglesia a lo largo de los siglos, teniendo en cuenta la variedad de lugares y la sensibilidad de los pueblos. Por su misma naturaleza, estos piadosos ejercicios y prácticas de devoción tienen un valor inferior al culto litúrgico mariano según la diferencia de épocas, de lugares y de culturas; pero al haber sido aprobados por la iglesia ofrecen una garantía segura y expresan una sentida y participada devoción, por lo que el concilio los recomienda a la atención de los fieles. Es diferente el tono que se mantiene frente a aquellas formas de devoción popular, espontáneas y libres de todo control del magisterio, que con frecuencia se expresan o bien en un estéril sentimentalismo o bien en una vana credulidad. Frente a estas formas de desviación el documento asume un tono de prohibición y de cambio y exige una reforma eficaz..
2. 1. Maria y Cristo.
2.1. a). Madre del salvador: no es únicamente la madre que por virtud del E.S. concibe y da a luz al Verbo de Dios hecho hombre, virginalmente si no que es también la madre del salvador. por consiguiente, la maternidad virginal no indica simplemente una relación genética entre Maria y el hijo de Dios encarnado, sino también y sobre todo una relación continuada y de cooperación de una criatura y el salvador del mundo en su obra salvífica.
2.2. b). Socia del redentor: En esta función, Maria sirvió y coopero durante toda su vida, con fe, obediencia, dolor, esperanza y amor, en la obra de Cristo redentor y al lado suyo. Con su amor coopera para que nazcan los hijos de Dios en la iglesia; con su fe y obediencia a la voluntad de Dios y con el servicio a la obra del redentor coopera para que sean redimidos los hombres con su dolor consciente y se asocia al sacrificio del hijo por la salvación de la humanidad.
2.2.1. la teología preconciliar prefería dar a María el título de corredentora; pero el concilio para evitar todo posible equivoco y cualquier posible engaño en el terreno pastoral y en el ecumenico, prefirió llamar a Maria socia generosa del redentor (mediadora).