1.1. Sustancioso: Rico en ideas realmente sustanciosas; que cada frase tenga una razón; que no haya palabrería inútil ni retorcimientos retóricos.
1.2. Contundente: Que vaya al grano del asunto; que se exprese sin titubeos.
1.3. Afirmativo: Que no se limite a reprobar sino a que proponga soluciones.
1.4. Penetrante: Que no se quede en la superficie de los asuntos que aborda sino que vaya más allá.
1.5. Ágil: Que esté redactado con fluidez y claridad, con lógica y sin rebuscamientos para que su lectura no resulte cansada, aburrida o incomprensible.
1.6. Convincente: Que trate de ganar con argumentos la voluntad de los lectores, que los mueva a pensar como la institución periodística piensa.
1.7. Breve: Que diga mucho en pocas líneas y trate de agitar en breve espacio temas que entrañan siempre tesis profundas y vastas.
1.8. Trascendente: Que su juicio resulte perdurable y de influencia en la conformación de criterios.
2. Clasificación:
2.1. De lucha: Que ataca, exige y sugiere; que es fundamentalmente combativo y ordinario.
2.2. De testimonio: Que toma serenamente una posición y la fundamenta.
2.3. Aclaratorio e instructivo: Que se propone explicar el hecho que lo suscita.
2.4. Retrospectivo: Que comenta lo sucedido con la satisfacción leve o mordazmente expresada del “ya lo decíamos nosotros”.
2.5. Necrológico: Cuando el personaje o los personajes a que está dedicado merecen un sitio tan destacado en la publicación.
3. Estructura:
3.1. El Editorial requiere atrapar la atención del público con una entrada lo suficientemente atractiva para despertar el interés y conservarlo sin decaimiento hasta el final del escrito.
3.2. Al buen comienzo debe seguir un fácil y siempre lógico desarrollo del comentario, que invariablemente entraña una tesis doctrinaria.
3.3. Finalmente, ha de procurarse terminar el escrito con un remate que implique una condensación afortunada del pensamiento central.