1.1. La libertad de culto o libertad de consciencia no encuentra su goce en lo religioso sino en lo sagrado, lo que conlleva a que el individuo forje su identidad y carácter personal. el imponer la vida sobre este derecho hace que el sujeto pierda su ideal del yo y por tanto disgregue de su Yo al igual que de su masa.
2. Argumento número 2
2.1. La facultad por la cual el hombre es capaz de esta superioridad es precisamente aquella por la cual él quiere libremente. El ejercicio de la libertad en el pensar es, al igual que el ejercicio de la misma en el querer, parte intrínsecamente constitutiva de su personalidad, es la condición necesaria solo bajo la cual puede decir: yo soy, soy un ser autónomo (Fichte, 1793, citado por Souto, J. y Souto, C2011: 22)
3. Argumento número 1
3.1. Si nadie puede renunciar a su libertad de opinar y pensar lo que quiera, sino que cada uno es, por el supremo dueño de la naturaleza, dueño de sus pensamientos, se sigue que nunca se puede intentar en un Estado, sin condenarse a un rotundo fracaso, que los hombres solo hablen por prescripción de las supremas potestades, aunque tengan opiniones distintas u aun contrarias. Pues ni los mas versados, por no aludir siquiera a la plebe, saben callar,. Es este un vicio común a los hombres: confiar a otros sus opiniones, aun cuando seria necesario el secreto. El Estado mas violento sera, pues, aquel en que se niega a cada uno la libertad de decir y enseñar lo que piensa, y sera, en cambio, moderado aquel en que se concede a todos la misma libertad (Spinoza, 1670, citado por Souto, J. y Souto, C. 2011: 21).
4. Argumento número 3
4.1. El cuidado de las almas no esta encomendado al magistrado civil ni a ningún otro hombre. No esta encomendado a él por Dios, porque no es verosímil que Dios haya dado nunca autoridad a ningún hombre sobre otro como para obligarlo a profesar su religión. Ni puede tal poder ser conferido al magistrado por acuerdo del pueblo, porque nadie puede abandonar a tal punto el cuidado de su propia salvación como para dejar ciegamente en las manos de otro, sea su príncipe o súbdito, que le ordene la fe o el culto que deberá abrazar. Ningún hombre puede, aunque quiera, conformar su fe a los dictados de otro hombre. Toda la vida y el poder de la verdadera religión consisten en la persuación interior y completa de la mente y la fe no es fe si no se cree. Cualquiera que se la profesión de fe que hagamos, cualquiera sea el culto exterior que practiquemos, si no estamos completamente convencidos en nuestra mente de que la es una verdad y el otro agradable a Dios, tal profesión y tal practica, lejos de ser un avance, constituirían, por el contrario,un gran obstáculo para nuestra salvación. Porque de esta manera en vez de expiar otros pecados por el ejercicio de la religión, al ofrecer así a Dios todopoderoso un culto que nosotros estimamos que no le es grato, lo que hacemos es añadir al numero de nuestros otros pecados los de hipocresía a di Divina Majestad" (Locke, 1689, citado en Souto, J. y Souto, C 2011: 21-22).
5. Argumento número 4
5.1. Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloria en si misma, la segunda en Dios (San Agustin, s.f, citado por Sesboué y Christop, 1997: 36).
