lluvia y modos de mojarse

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lluvia y modos de mojarse por Mind Map: lluvia y modos de mojarse

1. 1. Salí apurado a pasear, no soportaba más el encierro que me dificultaba respirar. El cielo grisáceo anuncia una inminente lluvia y yo desprovisto de artecacto alguno que impida empaparme.

2. 1.1. Un viento sur helado me golpea la cara y al girarla para evitarlo diviso a una muchacha con su paraguas resistiendo, me le acerco y pido refugio a lo que se niega, me mira con desprecio o con miedo, no suelo distinguir con eficacia entre esos semblantes. el viento y el agua vencen mi voluntad y regreso a mi departamento a poner la cara sobre una holla de agua hirviendo con ruda para alivianar la congestión que causó el clima.

3. 1.2. Comienza la anunciada aguacera, por suerte me encuentro bajo una galería, pequeña pero suficiente para funcionar como refugio, comprando un atado de cigarrillos. Luego de esperar el vuelto de los 30 pesos que usé para pagarlos me doy vuelta y me sorprenda la inconmensurable belleza de una chica parada detrás mío haciendo cola para comprar un yogur con cereales. Prendo uno de los tabacos y ella se aleja, huyendo de la galería pero con un paraguas que no había visto antes distraído por contemplarla disimuladamente a ella. Me le acerco con el pelo ya empapado y le pregunto hacia donde va, me responde "a la parada del 36, vos?". Sorprendido por su espontaneo interés en mi camino le respondo automáticamente "yo también". Me ofrece lugar en su refugio de tela y caminamos desplegando una charla banal pero entretenida que deviene simpatía y termina con un intercambio de números telefónicos. Tomo el 33 que pasa por la misma parada, para alejarme sutilmente de ella y planear cómo invitarla a salir en los próximos tres días.

4. 1.3. Las nubes se disipan, increíble es la personalidad espontánea del clima en verano. La luz de un sol intenso es ahora la que llueve sobre las veredas de la plaza del barrio, una muchacha de alrededor de treinta años con un paraguas en la mano que había traído de su casa en caso de la lluvia que no fue, está sentada en uno de los bancos leyendo un libro, de J. K. Toole. Me le acerco por interés en la obra que albergan sus manos y charlamos al respecto. el brillo de la luz de mediodía sobre las páginas del libro resulta un tanto irritante y como gafas no traía le sugerí utilizar el paraguas para amenar la enérgica blancura de las páginas. Sonríe y agradéceme, de hecho funcionaba. Satisfecho con mi paseo y mi efectiva sugerencia vuelvo a mi departamento a abrir todas las ventanas, a matar el encierro que me asfixiaba.

5. 1.4. Al salir de mi departamento comienza a gotear, sutil pero con un volumen ascendente. Una vecina, a quien llaman la maga,  sale al mismo tiempo del edificio. Jamás hemos hablado y de ella sólo conozco el apodo que le impusieron (sin que ella lo sepa) . me le acerco para invitarla a mi paseo vespertino a lo que responde callada, con el ceño fruncido y una mano en la espalda. Un momento de silencio torna la situación un tanto incómoda. Para proseguir la charla y buscando una respuesta, con una mueca de simpatía reformulo mi pregunta... "vas  a algún lado? te puedo acompañar, sólo salí de pas...". Antes de terminar mi humilde frase noto que de su espalda sale, aferrado a su mano, el brillo metálico de un tramontina, De un zarpazo intenta herirme pero mis reflejos de lince logran evitarlo. Entablamos una pelea que duró horas bajo la lluvia. Gritos  de guerra y chorros de sangre dibujan violencia en el piso rodeados por un ring de espectadores que apuestan cual en una riña de gallos thailandesa. Nos alientan, algunos a ella otros a mí. Todo concluye en un empate con tres heridas cada uno. Desilusionado el público se disuelve y sólo quedamos los dos, saludándonos e intercambiando halagos sobre nuestras habilidades marciales. Ese día descubrí que no era su apodo la maga, sino uno más meritorio, la maga... de los cuchillos.

6. 1.5. Ya llueve, caminando atravieso cada gota sin importarme demasiado cuánto me mojen, sin embargo el frío es algo poco placentero vistiendo un pantalón corto. Diviso una chica que camina con paraguas, le pido un lugarcito, si me comparte, bajo su techo móvil personalizado con pintura para telas de paraguas. Ella me dice que no, sugiere que en vez de eso nos mojemos juntos, de todas formas el paraguas no estaba funcionando en su máximo potencial debido al poco resguardo que brinda cuando la lluvia cae de lado empujada por el viento. Disfrutamos los dos ahora, callados, con los ojos cerrados y la cabeza en leve ángulo hacia arriba mientras las gotas golpean nuestras caras, nuestros cuellos y mis piernas descubiertas.

7. 1.6. Ya estoy afuera, caminando, comienza la lluvia, con cierta intensidad pesan las gotas sobre mi pelo. Una chica se me acerca con ánimos de ofrecerme lugar en su paraguas. Me niego amablemente y, a los pocos pasos encuentro una frutal y frondosa higuera. Me resguardo bajo ella con la idea de que sus hojas, voluptuosas, actuarán como una especie de filtro que sólo dejará caer las gotas más fuertes, las más nutritivas. El velo torrencial fuera de la superficie que cubre el árbol me permite vislumbrar la diferencia entre esa nube confusa de agua en decanto y la belleza de las gotas gordas que me golpean como suaves cachetadas, cariñosas pidiéndome que despierte. Siempre amé los árboles, hoy también la lluvia.