La Caracas del merengue rucaneao (1920-1950)por Jesús Suarez
1. A partir de las décadas de los cuarenta y cincuenta, el merengue junto a otras expresiones de la música cañonera, eran ya del gusto de la mayoría de los caraqueños y podían conseguirse orquestas en los clubes de modas de la época, siendo una de las más conocidas la orquesta del maestro Luís Alfonso Larrain. Para el año 1946 surgen los "Los Antaños del Stadium", uno de los intérpretes de música cañonera de larga tradición y los responsables de que el merengue caraqueño no haya caído en el olvido. Los clásicos más importantes en este ritmo son “La pelota de Carey” y “Claveles de Galipán”.-
2. Este tipo de Merengue vio su auge entre los años ’20 y los años ’40 del siglo XX surgiendo como un ritmo muy de moda en los locales de humilde condición llamados mabiles y que eran muy mal vistos por la alta sociedad. Sin embargo poco a poco fue conquistando los grandes locales de baile de Caracas por influencia de las orquestas de baile y de compositores/arreglistas/directores como Eduardo Serrano y Luis Alfonzo Larrain. El otro lugar que hizo posible la popularidad del merengue fue en las barriadas con la aparición de los cañones, grupos improvisados de música que amenizaban las fiestas y cuyo nombre se debía a que anunciaban su llegada con un cañón hecho con cartón y carburo mojado, combinación explosiva. Los cañoneros no solamente tocaban merengues, sino también valses, joropos y pasodobles y gozaban del aprecio de la gente humilde y sus fiestas de época.
3. Entre los merengues más conocidos se puede contar: La zapoara, El frutero, Chucho y Ceferina, El espanto, Compadre Pancho, Los hijos de la noche, entre otros. Se toca en compases de 5/8 con un movimiento alternativo abajo y arriba donde el movimiento de la muñeca es muy importante para darle más sabor al ritmo y por lo general puede acompañarse de tambor, mandolina, flauta o clarinete (de preferencia) e incluso de piano.
4. El merengue caraqueño conocido popularmente como música cañonera o merengue “rucañeao” se originó a finales del siglo XIX y comienza a conocerse durante las primeras décadas del siglo XX. Debe el nombre de “cañonera” por la costumbre que tenían sus músicos de irrumpir en los zaguanes de las casa haciendo explotar un pequeño cañón de bambú lleno de carburo.
5. Los instrumentos originales para interpretarlo consistían en un rayo de queso (charrasca), un tambor grave muchas veces sustituido por una conga con un palo en la mano y un redoblante y un patrón básico de conga de 5/8. En sus comienzos, la música cañonera y su consiguiente baile, fueron considerados como vulgares y por tanto prohibidos en las “casas de familias” y salones de baile.
6. Desde 1924 era popular la orquesta Jazz Band Bonnet del profesor Carlos Bonnet, quien más tarde habría de componer la Marcha 1-BC con la cual se identificaría la Broadcasting Caracas, luego llamada Radio Caracas. La orquesta de Bonnet apareció para sustituir la Orquesta Ayacucho Nº 1 que, en algún momento, grabó los primeros sones cubanos en Venezuela. Entonces, los cañoneros y otros músicos, incluyendo a los llamados cantadores, podían ser contratados en la esquina de La Torre. Como en sus alrededores había muchos bares, esos músicos se presentaban a tocar en las casas encandilados. Su número era de tres, siendo sus instrumentos, por lo general, cuatro, guitarra grande y charrasca de cobre o cacho. Los valses, guasas, pasodobles criollos y merengues que tocaban constituían el set bailable de las fiestecitas populares y de carnavales, si bien en las casas los pollos, como eran llamados los antiguos chamos, comenzaban a bailar con picó (pick up) y música cubana. Esas reuniones hogareñas eran llamadas “veladas”, y los conjuntos que ya asomaban sólo tocaban música instrumental, pues entonces no se estilaba tener cantante. Por asociar a los “pollos” con el arroz con pollo, esas fiestas pasaron a ser llamadas arrocitos, antes que picoteos.
6.1. Así como antes lo había sido la zona de Puente Hierro, pero peor, El Silencio con sus temibles callejones y covachas, era el epicentro rojo de la ciudad donde había música y escándalos a toda hora, pues ésta era zona de gente “alegre”. En los años veinte, funcionaba allí el mabil El Milagro, famoso por su merengue tramao o rucaneao. Los bailadores se ponían el medio correspondiente al pago de cada pieza en una oreja. Al decir de Caremis, “así estaban preparados para no interrumpir el abrazo con la pareja ni el ritmo para pagarle al cobrador, que se metía entre las danzantes parejas después de haber contado y cantado a viva voz el número de caballeros en la pista, para conocimiento de los músicos, que de esta manera recibían tan curioso inventario, según los sombreros o gorras que iban contando y que los hombres no se quitaban ni para bailar”. Para completar el cuadro, basta decir que en esos proletarios bailes de escote, no faltaban las damas de la vida ligera, sifón de cerveza y un policía en la puerta, porque las peleas podían ser de pronóstico reservado.
7. Los toreros y artistas de comedias visitaban La Península de Miguel González y luego, de Blas Murria; pero los lugares de moda eran La Francia y La India, donde había música selecta, la cual se ofrecía todos los jueves y domingos en la Plaza Bolívar. Allí, en la víspera de Año Nuevo de esos años, era de rigor tocar una pieza musical de Verdi titulada Il ritocco de la mezzanotte (El retoque de la medianoche), la cual era interpretada pocos minutos antes de las doce. Para ello se dividía la banda en dos partes opuestas, a distancia, ejecutando alternativamente trozos de la pieza, con lo cual se lograba un efecto estereofónico. El momento culminante de la ejecución estaba a cargo del cornetín del profesor italiano Rafael Denti, que arrancaba su dramático y sentimental solo desde la azotea del vecino Hotel Klindt en la Plaza.
7.1. En 1922 el Gobierno se vio obligado a cerrar el Molino Rojo, conocido local de envite y azar y de bailes de Carnaval, ubicado cerca de la actual Plaza Miranda. El local existía desde los tiempos de Castro y allí se bailaban los indecentes merengues tramaos. La decretada clausura se debió a las cada vez más frecuentes riñas que allí se suscitaban, durante años, con veras, navajas y cuchillos. Las autoridades recordaron el carnaval de 1901, cuando se armó una trifulca que arrojó un saldo de tres muertos y doce heridos, sin contar las gemas, armas, abanicos y hasta prendas íntimas esparcidas por el suelo; de modo que los días de antaño no siempre fueron una papayita.